Un rostro joven es aquel que muestra líneas suaves y redondeadas, y una estructura firme sin flacidez. Estas características, usualmente, se resumen en una palabra: turgencia.
La turgencia se define tanto por la tensión de las fibras de sostén como por la cantidad de depósitos de tejido graso que le dan volumen al rostro y la estructura ósea.
El paso del tiempo incide sobre estos tres factores. Por un lado, las fibras de sostén –colágeno y elastina– disminuyen, también se reduce la cantidad de tejido graso subcutáneo y, por último, se registran cambios debidos a diferentes niveles de reabsorción ósea. El resultado es un rostro de aspecto envejecido que no siempre mejora con una intervención quirúrgica.
Pero, ¿cuáles son los motivos de estos cambios? En primer lugar, hay un proceso natural de envejecimiento que depende exclusivamente del tiempo y que puede ser más o menos lento en razón de las características genéticas de cada persona. En las mujeres, por ejemplo, los cambios hormonales que tienen lugar durante la pre menopausia y la menopausia son el origen de muchas alteraciones a nivel de la estructura dérmica.
También hay factores externos, y por lo tanto evitables, que inciden en la aceleración del normal proceso de envejecimiento. Uno de esos factores, tal vez el más importante, es la exposición a las radiaciones UV que produce estrés oxidativo, incrementa la producción de radicales libres e inhibe la expresión de los genes responsables de la producción de colágeno.
¿COMO PREVENIR?
1) Utilizar a diario protectores solares de amplio espectro. Según las últimas investigaciones, los protectores solares son los productos antiedad más efectivos, en especial cuando cubren todo el espectro de radiaciones UV para lo cual deben contar con pantallas UVA, como el óxido de zinc; y UVB, como el dióxido de titanio, entre otras.
2) Si bien el cuerpo tiene su propio sistema para combatir el exceso de radicales libres, los productos antioxidantes proveen un mayor nivel de protección a la piel. Entre los antioxidantes más conocidos se encuentran la Vitamina C, el betacaroteno, la Vitamina E, la cafeína, los retinoides –ácido retinoico y retinol, entre otros–, los polifenoles que se encuentran en el té y las isoflavonas de la soja.
3) Por último, existen activos que estimulan la producción de fibras de sostén, sobre todo colágeno, entre los que podemos mencionar los péptidos, compuestos de dos o más aminoácidos que son los que le transmiten al músculo la orden del cerebro de llevar a cabo determinadas funciones. Los ya mencionados retinoides también estimulan la producción de elastina y el ácido ascórbico o Vitamina C maximiza la producción de colágeno.
Sin embargo, los últimos desarrollos científicos nos ponen frente a una importante novedad: que se puede estimular el tejido graso facultativo para que aumente su volumen y produzca un efecto de relleno. Los nuevos activos, recientemente incorporados a la cosmecéutica, funcionan de manera inversa que los lipolíticos. Es decir, en vez de reducir el tejido graso, son capaces de aumentarlo, lo que nos permite manejar los volúmenes faciales y corporales como si fuésemos escultores.
La pérdida de volumen facial produce signos visibles de envejecimiento. En prevención, nuestros aliados más importantes son los protectores solares, incluyendo los específicamente pensados para el contorno del ojo. En tratamiento, los activos que fortalecen las fibras de sostén y estimulan su producción y, sobre todo, los nuevos lipogenéticos que inducen la creación de tejido graso.
Dependiendo de la edad, los productos de “relleno” como el ácido hialurónico también son recomendables. Y, como siempre, estar bien informadas y realizarlo con un médico especializado, conocer los beneficios y los riesgos de cada tratamiento es lo que más nos ayuda a la hora de decidir cómo cuidarnos.
Por: Dra. Patricia Dermer
Lic. en Química, Dra. Análisis Biológicos
Directora de Lidherma
www.lidherma.com